Por Miguel Gutiérrez Vivas

CEO de Conexxo y presidente de la ONGD “Help to Ukraine”

 

Para observadores no muy bien informados pudiera parecer que la actualidad geopolítica estuviera siendo sacudida por una sucesión de movimientos telúricos repentinos. Una suerte de confluencia, o alineación cósmica, inesperada. La realidad es que no se trata más que de una transición de sucesos, con múltiples orígenes, en las últimas cuatro décadas.

No es objeto de este artículo profundizar en ellas, pues son, como hemos indicado, muchas sus causas primigenias. Desde el nuevo orden mundial tras la caída del muro, las crisis económicas, el auge de nuevos actores internacionales, la crisis climática, los recursos naturales…Todos son fenómenos interrelacionados que complican una explicación sencilla y simple de lo que vemos estos días.

Sin duda, la invasión rusa de Ucrania en 2022 marcó un punto de inflexión para la seguridad europea, impulsando un cambio significativo en las políticas de defensa de la región. El abandono de décadas de gasto militar moderado y dependencia de la protección de Estados Unidos ha dado paso a un enfoque concertado en el rearme y la necesidad del fortalecimiento de las capacidades de defensa autóctonas. Este rearme presenta oportunidades sustanciales para la industria de defensa europea, pero también plantea preguntas complejas sobre las relaciones comerciales con actores globales como Estados Unidos, China, o Turquía.

No conviene olvidar, sin embargo, que algunos actores tienen más responsabilidad que otros en estos sucesos y en el devenir futuro que nos espera. Sin alejarnos mucho en el tiempo, hay que recordar que Rusia atacó a Georgia y Moldavia en 1992, en el 94 y 99 a Chechenia, de nuevo a Georgia en 2008 y en 2014 a Ucrania, con la invasión de Crimea, que fue la antesala del actual conflicto en el borde este de Europa.

Ucrania es, desde agosto de 1991, un país independiente, con reconocimiento internacional consolidado y que ha celebrado más de 10 procesos electorales democráticos. Sus ciudadanos han votado y elegido libremente a sus representantes y, por tanto, sus políticas y su futuro desde hace más de 30 años. También tienen derecho a decidir si prefieren mirar al este, o al oeste de su país, cuales deben ser sus aliados, sus socios comerciales, o políticos, como debe ser su economía y a que organizaciones internacionales quieren pertenecer. Como cualquier otro país democrático.

No puede haber duda, entonces, de que su invasión es un acto de guerra, ilegitimo y contra el derecho internacional ¿Es lícito preguntarse si Rusia puede repetir este acto de guerra contra otra nación europea? Yo creo que no solo es lícito, es necesario y además hay que prepararse antes de que esto suceda, porque esta invasión ha planteado la amenaza más significativa a la seguridad europea en décadas. La voluntad de Rusia de utilizar la fuerza militar para lograr sus objetivos políticos ha alterado fundamentalmente el panorama de seguridad de todo el continente. Rusia lleva tiempo empleando tácticas de guerra híbrida, incluida la ciberguerra, la desinformación y la manipulación política, para desestabilizar a los países europeos y socavar su cohesión.

Si bien la historia más cercana de las acciones rusas sugiere un mayor riesgo de guerra, también es importante tener en cuenta que existen fuerzas que trabajan para prevenirla. La OTAN sigue siendo la alianza militar más poderosa y la mayoría de los países europeos están comprometidos con la resolución pacífica de las disputas. Sin embargo, la posibilidad de conflicto armado no puede descartarse, y los países europeos deben permanecer atentos y tomar medidas para disuadir la agresión.

El rearme europeo es, por tanto, la respuesta a este panorama de seguridad cambiante, máxime cuando desde febrero de 2022 la arquitectura de seguridad del continente se ha viso expuesta a vulnerabilidades críticas, haciendo imperativo un enfoque estratégico y coordinado para el rearme. Será también su arma de disuasión más poderosa. Ahora bien, para asegurar que esta respuesta es posible, Europa debe priorizar varios elementos clave para garantizar que este rearme mejore su seguridad y fortalezca su posición en el escenario mundial.

Primero, la unidad y la cooperación deben ser primordiales. Los estados miembros de la UE deben alinear sus políticas de defensa, compartir recursos y coordinar los esfuerzos de adquisición para evitar la duplicación y maximizar la eficiencia. Esto implica establecer mecanismos y marcos de actuación de la Unión Europea más sólidos para la planificación de la defensa, el gasto y el desarrollo de capacidades.

soldados europeos y bandera

Soldados europeos y bandera

 

 

 

 

 

 

En segundo lugar, la autonomía estratégica debe ser un objetivo central. Europa debe reducir su dependencia de proveedores militares externos, particularmente para capacidades críticas. Esto requiere invertir en una Base Tecnológica e Industrial de Defensa Europea (EDTIB) sólida e innovadora, fomentando la colaboración entre las empresas de defensa europeas y apoyando la investigación y el desarrollo en tecnologías de defensa de vanguardia.

Finalmente, el rearme de Europa debe ir acompañado de un enfoque diplomático y político paralelo. El fortalecimiento de las capacidades de defensa de Europa debe complementar los esfuerzos para desescalar las tensiones, fomentar el diálogo y defender el orden internacional y el Estado de Derecho.

Pero el futuro del rearme europeo es incierto, serán necesarias mayor inversión en defensa, mayor colaboración entre las empresas europeas y un enfoque en la autonomía estratégica. Europa debe navegar cuidadosamente estos desafíos para garantizar que pueda fortalecer sus capacidades de defensa sin socavar sus intereses económicos, sociales y diplomáticos. Solo podrá hacerse realidad mediante un compromiso de todos los ciudadanos europeos.

Sin duda, estos momentos y las decisiones que tomemos, definirán nuestra historia futura. Necesitaremos la máxima responsabilidad de nuestros líderes y debemos exigirles un trato sincero a sus ciudadanos. El esfuerzo presupuestario será enorme y no caben “paños calientes”, respuestas ambiguas, o manipular la forma de nombrar las cosas. Requerirá sacrificios y los ciudadanos merecen conocerlos.

La relación con Estados Unidos, como socio estratégico, que ha sido, deberá continuar. Es evidente que será más difícil con la reciente Administración, pero también una oportunidad de negociar y pactar en mayores condiciones de igualdad. Esa posición no puede ser suplantada por otra potencia donde la libertad y la democracia no son valores firmes. Para este reto, Europa necesita líderes fuertes y comprometidos con la construcción de la Gran Europa, sin nacionalismos locales, sin burocracia y con grandeza de miras, con altura y visión de futuro.

 

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