Por Hugo Haime
Consultor político y Vicepresidente de ALACOP
Argentina necesita cambiar fuera quien ganase. El país tiene más de un 40% de pobreza, años sin crecimiento económico, una inflación mensual que pasa los dos dígitos y su futuro no es promisorio.
El ultraliberal Milei se impuso el pasado 19 de noviembre en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales al peronista Sergio Massa, al obtener un 55,69 por ciento de los votos, frente al 44,3 del candidato oficialista.
En el balotaje pasado se jugaron dos propuestas totalmente diferentes. La de Milei que hasta la elección de la primera vuelta con un 30% de votos aparecía como un “outsider anticasta”, que echaba la culpa a toda la dirigencia política de la decadencia del país, y la de Sergio Massa, exministro de Economía, y parte de la coalición del anterior gobierno, pero que ha tenido la habilidad de aparecer como alguien que en el momento de ser presidente podría cambiar el modo de hacer las cosas. Esto ha sido posible, porque al no venir del kirchnerismo, siendo el líder del Frente Renovador, organización política nacida en 2013, desde sus inicios planteó la necesidad de terminar con la grieta, de unir a los argentinos y de desarrollar un capitalismo capaz de integrar lo público y lo privado.
Sabemos que en la segunda vuelta siempre se ha jugado de acuerdo con el modo en que los candidatos encararon su discurso la noche en que terminó la primera vuelta. Así Massa fue el sorprendente ganador con el 37% con su propuesta de llamar a la unidad nacional, terminar con la grieta-la polarización- y constituir un gobierno con los mejores hombres “provengan de donde provengan” ya sea del peronismo sea del partido opositor de Macri, sea del histórico partido radical, sea de la izquierda. Massa llamó al cambio en base a la unidad de los argentinos, aunque quedase lejos en la segunda vuelta.
La noche de la primera vuelta Milei y durante toda la primera semana vivió de tropiezo en tropiezo. El primero fue cambiar el eje de su discurso. Pasó de pregonar el fin de la casta a buscar una alianza con el expresidente Macri y su candidata Bullrich que salió tercera con el 24% de los votos. Su discurso viró en plantear que el problema no era la casta sino el kirchnerismo, acoplándose así al discurso de Bullrich. De esta manera, pasó de ser anticasta a ser antikirchnerista, antiperonista y en llamar a una alianza de liberales para el cambio.
Quien promovió esta nueva Alianza política fue Macri sin consultar a su coalición política, Juntos por el Cambio. En principio se produciría un terremoto ya que, sólo una parte de su propio partido, el PRO, Propuesta Republicana, estuvo de acuerdo en promover y apoyar a Milei como presidente, pero el electorado del Pro le hizo caso y terminó apoyando al libertario.
Si bien el discurso de Massa convenció a casi a 4 de cada 10 votantes para crecer necesita convencer a los que están atemorizados con Milei, y a potenciales votantes del libertario que se sintieron defraudados por su alianza con parte de la casta. De éstos, en realidad sólo necesitaba que no fueran a votar. Pero en el debate no lo logró. Esta batalla electoral ha sido no sólo sobre dos modelos de cambio, sino sobre el nivel de confiabilidad y estabilidad psicológica percibido en los candidatos.
Milei tuvo varios percances además del cambio de discurso pasando del repudio a la casta política a unirse con una parte de ella, o como en un programa de televisión y ante ciertos ruidos molestos que según él estaban realizando los técnicos de la emisora, mostró irascibilidad y la facilidad que tiene de perder la estabilidad psicológica, poniéndose nervioso y mostrando en su rostro tics y rigideces muy preocupantes.
En su momento había sido tan notorio el temor a una posible falta de equilibrio psicológica para resolver situaciones de estrés por parte del libertario, que uno de los dirigentes de Cambiemos decidió darle su apoyo, para derrotar al oficialismo, aunque llegó a decir que “le daba el voto pero que no se hacía cargo del pastillero de medicamentos que podría precisar el candidato en caso de llegar a la presidencia”. Casi como decir sé que está desequilibrado mentalmente, pero prefiero votarlo y que pase lo que pase antes de que Massa pueda ser presidente. Esto no sólo lo pensaban dirigentes sino también algunos electores fuertemente antiperonistas.
Como vemos es una realidad y ha sido campaña compleja en donde no pudiéramos decir que las cosas ya estuvieran decididas sino de vértigo. Macri es uno de los dirigentes con peor imagen, dado su pésimo gobierno, pero el oficialismo no ha sido un ejemplo de virtudes si tenemos en cuenta la alta inflación y la pobreza. Así Massa como ministro de Economía justificó la situación actual del país a varios factores: a) la deuda de 45.000 millones de dólares que dejó Macri con el FMI y de la cual debió hacerse cargo, b) la pésima gestión del anterior ministro de Economía que le obligó a asumir en un momento en que se hablaba de que el gobierno debía dimitir c) la sequía que dejó al país sin poder exportar productos del campo por 20.000 millones de dólares.
También es cierto que el país tiene la tasa de desempleo más baja de todos los tiempos, el desafío de Massa fue la de convencer a quienes aún no tomaron la decisión de votarlo que es quien tenía durante el balotaje la capacidad de gestión para cambiar los destinos del país.
Por parte de Milei tuvo el desafío de convencer aun siendo una persona sin experiencia de gestión y sin un equipo sólido, aunque ya presidente, sea capaz de sacar al país de la crisis. Gran parte de su caída electoral en -primera vuelta- se debió a las declaraciones que tanto él y su equipo realizaron contra el Papa Francisco, así como plantear que los hombres podrían renunciar a la paternidad, a no poder explicar qué diferencia hay entre su propuesta sobre Sanidad y Educación en con la privatización de tales servicios, entre otros.
La última semana fue crucial al igual que en las PASO y la primera vuelta que se definieron por situaciones. Como siempre, las emociones jugaron un papel central en la campaña y el que tenía más que perder en este sentido era Milei, quien en el debate logró mantener el equilibrio convenciendo a la sociedad argentina de que podían votarlo. Por parte de Massa no logró convencer de las últimas semanas de campaña ante los problemas que tuvo con la falta de combustible en las estaciones expendedora que se vio cuestionada su capacidad de resolver los problemas del país.
El pasado 10 de diciembre fue la toma de posesión de Milei como nuevo presidente de una Argentina rumbo al cambio en la que se enfrenta resolver la crisis económica profunda y si consigue realizar las reformas y el alcance de las promesas en la contienda electoral.
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