Magazine CompoLider Nº15 CUMBRE OTAN MADRID: EXITO

Por Miguel Gutiérrez Vivas

Diputado de Ciudadanos en el Congreso de los Diputados

Portavoz de Defensa, Interior y Seguridad Nacional

Cuando Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, cerró la pasada cumbre de Madrid definiéndola como un “acontecimiento transformador”, no cabía duda alguna sobre el éxito de la misión. Si añadimos que la propia cumbre se realizó inmersa en la mayor amenaza de seguridad para el área Euro-Atlantica desde la II Guerra Mundial, demostró también la resolución y unidad de los aliados. O lo que es igual, su fortaleza.

Y, más allá de la parte formal, si nos fijamos en los objetivos conseguidos: la adopción de un nuevo Concepto Estratégico, la invitación a Suecia y Finlandia a sumarse a la Alianza, el nuevo concepto de defensa y disuasión (del que se habla poco), volver a comprometerse en incrementar las inversiones en defensa y su financiación, mejorar el soporte de armas a Ucrania, nuevas iniciativas en innovación de la defensa ,o reafirmar el rol de la OTAN en el impacto que el cambio climático tiene para la seguridad global, no puede dudarse de que, efectivamente, podemos estar ante un verdadero punto de inflexión en las relaciones transatlánticas.

Lejos parecen las palabras del presidente Macron en 2019 sobre la muerte cerebral de la OTAN, o la imprevisibilidad de Trump, por aquellas fechas, sobre la determinación de la Alianza. Incluso parezcan lejanas, aunque fueron anteayer en términos atlantísticos, los diálogos cruzados interesados entre la “Política Común de Seguridad y Defensa de la Unión Europea” y el papel de la OTAN en Europa.

Nada, ni la guerra en Ucrania, o quizás gracias a ella, ha parecido enturbiar, ni las relaciones entre los socios, ni la necesidad de mostrar un frente común y unido ante el desafío propuesto por Moscú. La participación, aunque telemática, del presidente Zelensky, ayudó, evidentemente, a reforzar la posición común y la completa solidaridad de la Alianza con el gobierno y el pueblo ucraniano en defensa de su país.

Y, sin duda, no debe pasarse por alto la presencia en la cumbre, por primera vez, de los socios indo-pacíficos de la Alianza: Australia, Japón, la República de Corea y Nueva Zelanda. Algo que se refleja en la nueva posición estratégica de la OTAN, que, de mi punto de vista, ha supuesto un giro copernicano en la estrategia de la Alianza y de la que nos ocuparemos a continuación.

Hay que recordar que el último concepto estratégico data de 2010 (cumbre de Lisboa), y se basaba en la creencia de que un acuerdo de cooperación entre Rusia y la Alianza era aún posible. De hecho, no fueron pocas las ocasiones en que Rusia participó en distintas reuniones, tanto desde la perspectiva militar, como parlamentaria.

Desde Madrid 2022, el nuevo concepto estratégico deja meridianamente claro que Rusia es “la principal y mayor amenaza a la seguridad de la Alianza” junto al terrorismo en todas sus formas y manifestaciones, y, por primera vez, apunta a China como “reto para la seguridad, interés y valores de la Alianza” a los que prestar atención. Además, el nuevo Concepto Estratégico se ocupa de aproximarse también a otros retos y amenazas al incluir conceptos como “la seguridad energética, las ciberataque, el cambio climático, la innovación tecnológica, o las guerras hibridas.”

En poco más de 10 años se ha pasado de considerar a Rusia, si no un aliado fiable, si un actor con el que había que converger (la famosa “conllevanza”), a principal amenaza. Evidentemente aquí Rusia es la única responsable. La invasión de Crimea en 2014, seguidas de la invasión “soft” del Donbass, y tras los fracasos del “formato Normandía”, o el protocolo de Minsk, la terrible invasión de febrero de este año, no dejan lugar a duda sobre cuál de los actores puede ser considerado culpable de la violenta escalada.

Y aquí, lo novedoso también, es el giro que se da frente a anteriores posiciones, en las que la realidad geográfica definía la geoestrategia. La Alianza, que nació con un único sentido, el atlantista en contraposición al poder militar de la URSS tras la Segunda Guerra Mundial, a partir de la cumbre de Madrid, pasa a basar sus amenazas, no en países, o coaliciones, ni en zonas geoestratégicamente singulares. A partir de ahora lo hará en función de las futuras amenazas a los valores democráticos compartidos por los países miembros.

De hecho, el párrafo segundo de este nuevo Concepto dice: “Estamos conjuntamente obligados a nuestros valores comunes: la libertad individual, los derechos humanos, la democracia y el imperio de la ley”. Y cuando menciona el crecimiento de la amenaza autoritaria expresa: “…los retos a nuestros intereses, valores y estilo de vida democrático, por parte de actores autoritarios…” para concluir con el compromiso siguiente: “Como Aliados, continuaremos firmemente unidos para defender nuestra seguridad, valores y forma de vida democrática”.

Es decir, la amenaza no es ya a las vidas y las haciendas, al comercio internacional, o a una posición de dominio estratégico de un accidente geográfico, o de una materia prima, lo será a los valores que representan los modelos de democracia occidental. Y, por tanto, los actores capaces de generar esas amenazas lo serán por representar modos de vida y gobierno distintos de nuestras democracias y valores. Quizás vaya siendo hora entonces de reforzar precisamente los conceptos y valores que sustentan nuestras democracias liberales y las hagan resilientes a populismos de cualquier signo.

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