Magazine CompoLider N15 CUMBRE OTAN MADRID: EXITO

Por Pedro Rubio y Javier Gil 

Profesores de la Universidad Pontificia de Comillas

Expertos en Rusia y en Seguridad y Defensa 

Las élites en EEUU y Europa se han visto sorprendidas por los recientes eventos simplemente porque tienen una perspectiva incompleta de la política internacional. Tienden a pensar que la lógica realista no tiene mucha relevancia en el siglo XXI y que Europa puede permanecer unida y libre de acuerdo a los principios liberales del Estado de derecho, la interdependencia económica y la democracia. Pero este gran esquema mundial se ha desvanecido en Ucrania”

(John J. Mearsheimer, Octubre 2022)

La reciente cumbre de la OTAN en Madrid ha sido un completo éxito para la forma Neorrealista de entender el mundo. Aquella en la que los Estados relegan la cooperación económica (véase energéticos) a un segundo plano, para dejar paso a una maximización de su seguridad o su poder en términos militares. Aquella en la que los Estados más defensivos refuerzan sus fronteras con fuerzas disuasorias y los más ofensivos lanzan ataquen preventivos sobre sus amenazas potenciales. Pero, sobre todo, ha sido un rotundo éxito para la delegación de Biden, que ve cómo la constante denuncia de su predecesor en torno a la falta compromiso del gasto militar en el viejo continente (sólo 9 de los 30 socios europeos llegaba al objetivo institucional de destinar un 2% del PIB) encuentra su máximo aliado al otro lado del nuevo telón de acero.

Estados Unidos vuelve a coronarse internacionalmente en la Cumbre de Madrid. Aumenta su presencia militar en Europa de forma abrumadora, con el refuerzo de su grupo de combate en Polonia (que se convierte en su primer cuartel general en esta área geográfica), una brigada rotativa en Rumanía, nuevos despliegues rotativos en los estados bálticos, un refuerzo de la defensa aérea en Alemania e Italia e incluso dos destructores en Rota. En cifras, una capacidad de despliegue rápido de 300,000 militares frente a los 40.000 actuales. Buen trabajo. Lo que EEUU califica como un “día transformativo” para la OTAN.

Expandiendo los límites de la Alianza

Mientras que el cerebro de la geopolítica rusa, Sergey Lavrov, pide que se detenga el envío de armas; los dirigentes de una Ucrania sacrificada y entregada en la misión de la OTAN de reencontrarse con la hegemonía militar se aferran a la amenaza del despertar ruso para alargar unos cuidados paliativos que empiezan a enquistarse:

“Despertad chicos. Esto está ocurriendo ahora. Seréis los próximos, y esta amenaza llamará a vuestra puerta en breves instantes.” (Vitaly Klitschko)

Así, los países bálticos y los antiguos países satélites de la Europa Central se sumergen en el miedo al fantasma de los modales imperiales rusos (las ilustres Imperskie zamashki acuñadas en tiempos zaristas) que otean desde el incandescente horizonte del pasado. Estonia, por ejemplo, destina ya el 1% del PIB a Ucrania y el resto de los países blindan sus fronteras con fuerzas disuasorias contra el avance de un Vladimir Putin supuestamente nostálgico del pasado soviético. Primer error ontológico. Y es que la determinación militar del gigante euroasiático ha permitido que EE. UU. apueste por un resurgimiento del dominio a través de la expansión en lugar de la supremacía de su potencial (el military might anglosajon) a todas luces neutralizada. Esta expansión territorial la conforman cuatro flancos: Este, Norte, Sur y Pacífico.

En el primero, la OTAN refuerza sus alianzas con sus socios preferenciales (los Enhanced Opportunities Partners, en la terminología del Tratado): Bosnia y Herzegovina, Georgia y, por supuesto, Ucrania; con el fin de “avanzar hacia la paz, la estabilidad y la seguridad Euro-Atlántica”. Este estatus es ampliamente reconocido como una antesala a la membresía de la OTAN, y su denegación permanente en el caso de Ucrania fue reclamada por el presidente ruso a principios de este año como condición sine qua non para la no agresión. Si bien el sueño de una Ucrania bajo control ruso de desvaneció con la caída de Viktor Yanukovich en 2014, EE. UU. y sus aliados todavía tenían la llave para evitar la invasión abandonando su misión de occidentalizar el país. En su lugar, propone Mearsheimer, Ucrania debía concebirse como un Estado neutralizador entre la OTAN y Rusia, al estilo de Austria durante la Guerra Fría.

En esta dejavu bélico tan cruel y devastador, Occidente ha obviado buena parte del argumento. En su artículo “Why the Ukraine Crisis Is the West’s Fault”, John Mearsheimer constataba que:

“EEUU y sus aliados europeos se enfrentan a una decisión en torno a Ucrania. Pueden continuar con su política actual, que incremente las hostilidades y devaste Ucrania en ese proceso (…). O pueden cambiar el rumbo y trabajar hacia una Ucrania prospera y neutral, que no suponga una amenaza para Rusia y permita a Occidente sanar sus relaciones con Moscú. Con esta estrategia, todas las partes saldrán ganando.”

Pero a juzgar por el devenir de los acontecimientos ocho años después, nuestro rumbo sigue firme y esta guerra entre hermanos eslavos tiene solo un ganador.

El flanco Norte se muestra como uno de los éxitos de la Cumbre al materializar el ingreso de Suecia y Finlandia tras el levantamiento del veto turco. Este histórico movimiento geoestratégico añade 1.300 kilómetros para taponar la frontera terrestre entre la Alianza y Rusia, pero no por predecible ha conllevado un menor coste político.

El beneplácito turco implica que los países nórdicos deban cambiar radicalmente su posición frente a los grupos insurgentes kurdos, históricamente protegidos con asilo político. En particular, el Partido de los Trabajadores Kurdo (PKK) y las Unidades de Protección Popular (YPG) en Siria, considerados como grupos terroristas por el gobierno de Erdogan, serán las víctimas principales del acuerdo. La extradición de individuos específicos, la persecución de la denominada ‘propaganda terrorista’ contra Turquía y la prohibición de embargos hacia su industria armamentística se erigen como como los sacrificios políticos más cruciales de estos países escandinavos tradicionalmente humanistas.

Este movimiento sitúa, aún más si cabe, a Turquía entre dos aguas contrapuestas. Refuerza el compromiso del país con la Alianza y su política territorial frente a Rusia a cambio de legitimar su represión interna, pero pone en cuestión las estrechas relaciones económicas del país con Moscú. Se trata del único país del Tratado que mantiene vuelos comerciales con el actual enemigo y que mantiene su estatus de destino turístico predilecto de los ciudadanos rusos. Aunque Turquía se mueve como pez en el agua en estas intersecciones del liberalismo económico con el realpolitik, cabe preguntarse cuánto tiempo podrá mantener este equilibrio sin el cuestionamiento de Moscú o Washington.

Por su parte, la mirada de la OTAN hacia el Indo-Pacifico se refuerza con la presencia, por primera vez, de Japón, Australia, Corea del Sur y Nueva Zelanda como invitados en una cumbre de la OTAN. Este esfuerzo responde, no sólo a la prioridad individual de EE. UU. en esta área geográfica, sino también a la percepción de China como “desafío sistémico” por primera vez para la Alianza. La emergencia de China desde 1979 de la mano de Deng Xiao Ping, y continuada por los siguientes lideres chinos hasta Xi Jinping, ha modificado profundamente los equilibrios de poder en la región clave para el presente S. XXI. Presencia, que ha causado un profundo malestar en China, que ha acusado a la OTAN de entrometerse en el entorno del Indo-Pacifico y, sobre todo, de ser una organización obsoleta. Pero no solo esa, ha sido la crítica más mordaz emanada de Pekín, ya que, desde el inicio de la guerra, China, replicando la narrativa rusa, ha situado a la OTAN, y su ampliación hacia el Este, como uno de los causantes de la actual guerra.

Finalmente encontramos el flanco Sur, ese que más estrictamente atañe a los intereses españoles. Madrid, alejada de la “amenaza” rusa tanto en términos geográficos como históricos, presentó sus demandas en calidad de anfitrión. La reciente masacre policial perpetrada en la frontera con Marruecos urge a la Alianza a mirar al norte de África y al Sahel como foco de una de las lacras migratorias más deshumanizadas de nuestro tiempo. Se trata de un terreno en el que las células terroristas se nutren de la pobreza y la ‘pérdida de mundo’ (worldlessness, que apuntaba Hannah Arendt), entrañando según la organización una fuente de “desestabilización e interferencia” para la seguridad. Y es que se impone de nuevo el Neorrealismo en esta organización de tradición conductista, convencida de que acallar el síntoma con mano dura disimulará su causa. Además, esta región supone un nuevo campo de batalla frente al eje sino-ruso que, según se denunció en la Cumbre, sigue buscando ganancias políticas, económicas y militares en naciones de mayoría musulmana dentro de África, Oriente Medio y Asia Central. Tanto Moscú como Pekín, afirmó Stoltenberg, “utilizan su influencia económica y la coerción” en favor de estos intereses.

Escribiendo el futuro

Estos cuatro frentes se integran en un documento prescriptivo que pretende dirigir la doctrina del Tratado de manera mucho más sólida y contundente: ‘el Concepto Estratégico’. Como cabía esperar, su gran novedad es que Rusia pasa de ser un “socio estratégico” con el que hay que cooperar a ser la “amenaza directa”, de quién no se descarta “un ataque a la soberanía e integridad territorial de los aliados”. No hay duda de que este nuevo escenario considera los canales diplomáticos agotados y pone a Rusia de nuevo en punto de mira militar, incentivando así lo que sus ciudadanos y sus medios perciben como una incipiente rusofobia.

Sin duda más sorprendente es la aparición de China en el Concepto Estratégico que constituye, por otro lado, una asunción de la nueva realidad por la que la OTAN tendrá que navegar en los próximos años. Es decir, una China emergente, que quiere liderar su entorno regional, y con una sólida alianza con Rusia, el enemigo número uno de la OTAN.

Pero esto no se trata más que de una muerte anunciada. Desde el año 2000, el Documento Nacional de Seguridad Ruso ya apuntaba a la “expansión de la OTAN por el Este como una de las mayores amenazas en el ámbito internacional”. Y es que, pese a lo que Occidente erróneamente suele creer, la política exterior rusa no está elaborada por decisiones apresuradas y medidas de urgencia. En ese mismo documento se advertía del crecimiento de las amenazas militares, fundamentando la nueva doctrina estratégica de la OTAN en el uso de la fuerza fuera de su zona de responsabilidad y del marco del Consejo de Seguridad. Este hecho alimenta un sentimiento altamente integrado en la narrativa popular rusa: el Samoderzhavniy duh. El despertar de su ‘alma más autócrata’ que, si bien recorta libertades como el Leviatán de Hobbes, asegura la supervivencia de la nación.

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