Magazine CompoLider N15 CUMBRE OTAN MADRID: EXITO

Por Diego López Garrido

Vicepresidente Ejecutivo de Fundación Alternativas

Ex Vicepresidente de la Asamblea Parlamentaria de la OTAN

La reciente cumbre de la OTAN celebrada en Madrid ha sido testigo de una paradoja. La unidad y cohesión de sus decisiones han mostrado una fortaleza insólita hasta hace bastantes años. Sin embargo, esta imagen positiva convive con una guerra insensata y destructiva en Ucrania, es decir, de nuevo en Europa. Una guerra desatada por Rusia supuestamente para evitar la expansión de la Alianza Atlántica hacia su frontera, que – otra paradoja – ha tenido por efecto indeseado la entrada en la OTAN de Suecia y Finlandia. Países poco sospechosos de belicistas y, por el contrario, con una tradición de neutralidad, y con gobiernos presididos por partidos socialdemócratas.

Así que la primera conclusión que podemos extraer de la cumbre de junio es que la acción de Putin, cuya nación no estaba amenazada por nadie, ha resucitado a una OTAN que estaba en “muerte cerebral”, en palabras de Macron.

Otra cosa es qué objetivos va a perseguir la “nueva” OTAN en esta etapa que se abre ante nosotros.

El principal objetivo nacido de la cumbre de Madrid es dar seguridad a los pueblos que se han aliado bajo el paraguas de la OTAN. Es lo que han captado inmediatamente después del ataque de Moscú a Kiev las y los ciudadanos suecos y fineses. Expresión de tal finalidad es el compromiso de aumentar el gasto militar. Algo, a mi juicio, discutible, cuando la verdadera necesidad es la coordinación y engranaje de los ejércitos de los países de la Alianza Atlántica, especialmente los europeos. Eso sería la auténtica modernización de las Fuerzas Armadas nacionales.

Unido a lo anterior, la Alianza Atlántica ha decidido fortalecer el flanco más cercano a Rusia, proporcionando cobertura a los países bálticos, cuyo tamaño los convierte en una presa fácil para una Rusia agresiva. Los países bálticos requieren más que nunca la confianza que les da el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte.

El objetivo natural de la seguridad, y del papel renovado de la OTAN a ese respecto, viene dado de modo obvio ante la inesperada intervención de Rusia en Ucrania, y el descubrimiento de una faz guerrera que no se esperaba ya en el siglo XXI. Es lógico que la Rusia productora de crímenes de guerra, en una Ucrania a la que ya había capturado Crimea, se haya convertido en la amenaza militar principal – y casi única – para el mundo occidental (The West). Putin ha edificado un nuevo muro de Berlín, pero ahora ampliado a miles de kilómetros con los países fronterizos europeos.

No es tan clara la conclusión respecto a China, a la que se define como “desafío estratégico” en el texto del flamante “concepto estratégico” de la OTAN. Es una expresión ambigua y algo enigmática, que encierra una diferente posición en ambos lados del Atlántico. Desde la perspectiva de EEUU, China se ha transformado en un claro rival para un mundo bipolar en el que dos gigantes se disputan la hegemonía económica, militar y, en última instancia, política. Sin embargo, desde la visión de la Unión Europea, que no pretende disputar tal hegemonía a China, ésta puede ser un socio económico.

Estas dos perspectivas, diferentes, han conducido en la cumbre de la OTAN a una definición en la que cabe casi todo. Es una conclusión prudente, en todo caso.

El acuerdo dentro de la OTAN entre Europa y América, unido a la entrada de Suecia y Finlandia en la alianza de 30 países, es una muestra del crecimiento geopolítico de la Unión Europea en el escenario internacional.

La Unión debería plantearse consolidar esa posición con una reforma de sus tratados para acabar con la exigencia de unanimidad en asuntos de política exterior y de seguridad.

El reforzamiento de la Unión Europea no compite con la OTAN, que es una organización de distinta naturaleza. Es una dinámica que, en realidad, aporta más músculo a la OTAN, cuya capacidad de disuasión nuclear le da sentido a un liderazgo indiscutible de EEUU en una hipotética confrontación con Rusia. Nadie discute eso. Pero la Unión Europea ha de progresar hacia la Europa de la defensa, con Ucrania ya como candidata a incorporarse. La división política interna en Estados Unidos, y su inestabilidad e incertidumbre ante próximas elecciones, es otro argumento más para lo que llamamos “autonomía estratégica” europea.

Hay una muy evidente conclusión que se desprende del desencadenamiento de la guerra de Ucrania. Se trata de la necesidad imperiosa de que los países miembros de la Unión Europea alcancen la autonomía energética. La ruptura con Rusia en ese ámbito es un hecho incontrovertible después de la acción invasora de Putin. El presidente ruso ha roto la confianza en el enorme país euroasiático que aún mantenía la Unión. Se ha producido una ruptura en muchos campos, pero particularmente en el suministro de gas, petróleo y metales. Iremos a una mayor dependencia de EEUU y de otros países.

El concepto estratégico aprobado en Madrid, como era de esperar, se centra en los riesgos y amenazas que ha de conjurar la Alianza Atlántica. De ahí se deduce la estrategia territorial que debe priorizar, en la cual empieza a ocupar un lugar relevante el llamado flanco sur. El Mediterráneo, Oriente Medio y África en general, se mencionan en el texto. Pero la OTAN introduce un concepto polémico cuando sitúa al nivel de amenaza la instrumentalización de la inmigración.

Las migraciones no son amenazas a la seguridad. Precisamente, las y los migrantes se mueven, contra sus deseos, a otros países más ricos o más estables – Europa o España, por ejemplo – porque huyen de grandes riesgos. Para su seguridad física o para su supervivencia, ante la ausencia de los bienes más elementales para vivir: vivienda, alimento, educación, energía, etc…

Es un error colocar a los migrantes en el mismo lugar que quienes verdaderamente nos amenazan. Es contradictorio acoger con los brazos abiertos a millones de personas provenientes de Ucrania y considerar amenaza a quienes escapan de la persecución política. Es contradictorio firmar el convenio de Ginebra sobre el refugio y rechazar o poner todo tipo de obstáculos a quienes solicitan asilo. O a quienes buscan trabajo en países que necesitan mano de obra y a trabajadores que sostengan las pensiones de nuestros Estados de Bienestar.

La cuestión de la inmigración fue tratada erróneamente en la cumbre de Madrid. Hay que decirlo con claridad respecto a una reunión que dio una imagen mediática favorable.

La cumbre de la OTAN en Madrid, en fin, expresa el nacimiento de un nuevo orden mundial, protagonizado por una nueva bipolaridad con su eje en Europa. Desde luego, esta cumbre no es equiparable en absoluto a un acontecimiento como la caída del muro de Berlín. Putin querría poner en marcha la moviola. Pero es imposible que la historia retroceda. Entonces, no había una OTAN compuesta por 30 países (más Suecia y Finlandia), ni una Unión Europea con 27 Estados miembros.

Además, el bipolarismo entre democracias liberales y autocracias autoritarias, de asentarse, tendrá que convivir con todo un hemisferio sur que jugará el papel que en el siglo pasado representaron los “no alineados”. Países africanos, latinoamericanos o del sudeste asiático observan el panorama, pero no toman partido. La cumbre de Madrid no tendrá como efecto atraer a Brasil, India o México, pero sí ahondar en la configuración de un conjunto de países unidos por valores democráticos y la protección de los derechos humanos y las libertades. No es poco.

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