MARIANO GOMÁ-
Una vez más el pronunciamiento de los catalanes provoca sensaciones encontradas puesto que nada es lo que parece y las lecturas son tan diversas que invitan a un ejercicio interpretativo notable. En principio, el efecto pandemia unido a un tiempo inestable y gris ha venido a sumarse al hartazgo de la sociedad catalana, la pereza de los sectores constitucionales y finalmente a demostrar que, pese a la ruina económica, la fuga de empresas y la pérdida absoluta del nivel de prestigio que gozó en su momento, todavía no se ha tocado fondo. El ciudadano catalán o no ha visto o no quiere ver el desolador panorama que anuncia el futuro en función de los resultados electorales.
Los partidos independentistas han repetido resultados mal que les pese y proclamen victorias indiscutibles con porcentajes que siguen sin tener la masa crítica suficiente para ser ni la voz ni la voluntad de un pueblo puesto que suman solo el 50% del 50% de participación, andan todos a la greña y en sus filas congregan a muchos votantes que no desean realmente la independencia.
Debe reconocerse no obstante que los notables resultados de dos formaciones que tienen sus máximos líderes encarcelados o fugados de la justicia demuestran tan solo la enfermedad democrática que sufren pues en cualquier país normal sería impensable que un solo ciudadano les votara, pero la sociedad catalana quizás es así de impensable.
Personalmente reconozco que me altera profundamente convivir, cruzarme por la calle o esperando en la cola de transporte público, con tantos ciudadanos y vecinos que han votado opciones que presentan tamañas irregularidades democráticas, cuando no formaciones cuyas armas son el fuego, las piedras y el insulto. Simplemente no me cabe en la cabeza que haya un solo catalán que acepte y apoye la violencia callejera y un vacío intelectual semejante.
Me inclino por tanto a pensar que en realidad todo es un postureo cuya única finalidad es un desafío al Estado, a España o a Madrid como usualmente nos referimos, pues solo se puede mínimamente entender la situación si en clave hispánica se manifiesta la rivalidad entre los dos grandes polos de influencia y poder. La inmensa mayoría de votantes independentistas, debemos reiterar, ni creen ni desean ni les conviene ser independientes, pero sí les adoctrinan para enseñar músculo y así ver de conseguir alguna prevenda o favor como el PNV vasco. Es decir, el sopalajoarriero y torrezno de Ásterix en Hispania.
En un recorrido por el escenario parece que ha funcionado razonablemente el efecto Illa del ladino Iván Redondo habiendo obtenido el mejor resultado de todos, aunque sin capacidad de gobernar ni posibles alianzas más que con fuerzas independentistas. Con ello puede caer en la más absoluta irrelevancia como ya le ocurrió a la Sra. Arrimadas habiendo ganado en 2017, o quizás formar parte de un gobierno de coalición presidido por otra persona que venga a resultar ser el reflejo del espejo del gobierno de Sánchez tan solo intercambiando los papeles, pero eso solo lo imaginamos los más optimistas, aunque sea por la esperanza de insuflar un soplo de sentido común a los delirios de los talibanes de la secesión y golpistas en mayor o menor medida.
La irrupción de VOX de forma contundente e inapelable provocará un auténtico seísmo en la cámara pues la bronca está asegurada y además la considero necesaria para huir de la insulsa y tediosa etapa anterior, pues no es una piedra, es un adoquín en el zapato de todos aquellos violentos grupos que ahora resulta han quedado retratados e infinitamente por debajo de los apoyos de la formación de derecha.
A partir de ahora, los singulares personajes de la CUP deberán moderar mucho sus impulsos radicales pues contarán en frente con una fuerza muy superior en discurso, inteligencia y musculatura.
El grupo podemita de Iglesias/Colau solo puede soñar con que alguien se apiade o les considere una pieza para completar un acuerdo de gobierno obligado por el equipo Moncloa pues si no habrá caído en la más absoluta inutilidad sin servir ni de comparsa, pues así es la política y ellos deberían saber aquella famosa expresión de donde las dan las toman.
Aunque la tristeza mayor se presenta en la formación Ciudadana y del Partido Popular donde han medido muy erróneamente sus fuerzas y capacidades con una nefasta política de fichajes en las filas populares que han indignado a las bases del partido, habiendo introducido elementos muy tóxicos y sobradamente conocidos que han dejado en la más absoluta soledad al buen político y mejor orador como es Alejandro Fernández. Pero lo que es peor, es un torpedo en el bajo vientre que ha sufrido el líder Casado y su sanedrín en Génova, que puede dar al traste con su estrategia y liderazgo pues sus propias bases y líderes emergentes o defenestrados le demandarán responsabilidades como corresponde.
La Sra. Arrimadas que sedujo mayoritariamente a los ciudadanos catalanes con excelentes defensas del orden cívico y constitucional en el Parlament de Cataluña, renunció a consumar el éxito por el canto de sirenas madrileño y los sueños principescos del Sr. Rivera, abandonando a sus votantes a la orfandad, que por supuesto no se le ha perdonado y consecuentemente su partido ha sido cruelmente castigado.
Así las cosas, en Cataluña, si consiguen las formaciones llegar a algún tipo de acuerdo estable o razonable, emprende un nuevo viaje a lo desconocido o a un aterrador destino pues arrastra una ruinosa estructura con las alforjas vacías, sin más rumbo que el enfrentamiento con todo y con todos, sus líderes encarcelados o huidos, llevando a la nada al pueblo catalán que una vez más ha demostrado su capacidad para ponerse de perfil. Todo ello siempre bajo la amenaza de ser abocados a unas nuevas elecciones y la consiguiente prórroga de la parálisis de gobierno de perniciosos efectos para Cataluña, además del desencanto, desidia y porqué no, cabreo de los votantes.
Finalmente, como firmante de este artículo, pero sobre todo como ciudadano catalán, ciertamente no puedo alegrarme en absoluto pues me invade la tristeza de la indeseable imagen que Cataluña y sus ciudadanos está ofreciendo al conjunto del pueblo español, a la Comunidad Europea y al mundo. Una pena.
Mariano Gomá
Expresidente de Sociedad Civil Catalana.
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