CARLOS URIARTE 

La Unión Europea atraviesa por una situación histórica de la que debe salir más fortalecida. Han coincidido diversos sucesos a los que tendremos que dar una respuesta conjunta: se ha consumado el Brexit, por lo que hay que establecer una nueva relación con el Reino Unido basada en unos valores y retos compartidos. Con Estados Unidos y la nueva administración norteamericana debemos acordar una agenda transatlántica renovada. La relación con China también plantea desafíos importantes, sobre todo, en el campo de los derechos humanos, tecnológicos como el 5-G, tratamiento de datos personales y todo lo relativo a la inteligencia artificial. Nuestras relaciones en la vecindad también atraviesan dificultades con vecinos incómodos como Rusia y Turquía, pero con los que estamos obligados a entendernos y a abordar asuntos globales.

El tratamiento que se dé a la crisis demográfica, migratoria y a la integración de inmigrantes y refugiados, debe de abordarse conforme a la ley, la responsabilidad y en clave de solidaridad si no queremos que condicione de forma negativa nuestro futuro. Y el mayor de todos, superar la crisis sanitaria y sus consecuencias tanto económicas como sociales. Hay que recordar que las grandes crisis deben de ser vistas como la oportunidad para abordar las grandes reformas que todo gran proyecto histórico necesita.

A lo largo de la historia ha habido distintos intentos de construcción europea, que han tratado de una manera u otra unificar el continente. Aquellos que han sido más exitosos han tenido en cuenta de una manera más clara qué es Europa, es decir, han puesto en el centro el propio concepto de identidad europea, es decir, qué entendemos por Europa, esto es: aquella tradición que recoge la herencia de las tres colinas: la filosofía griega de la Acrópolis, el derecho romano del Capitolio y la herencia judeocristiana del Gólgota. Y es precisamente el cristianismo el que pone de relieve la importancia de la dignidad humana. Recordar la profundidad de estos principios y su relevancia para nuestra forma de vida es fundamental, si en gran medida estamos ante una crisis es porque hemos abandonado las raíces que permitían vivificar el árbol europeo.

Estos principios están reflejados de una manera u otra en el artículo 2 del Tratado de la Unión Europea que establece: la Unión se fundamenta en los valores de respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes a minorías. Estos valores son comunes a los Estados miembros en una sociedad caracterizada por el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre mujeres y hombres”. Por tanto, para que la Unión Europea sea un proyecto de integración sólido debe de ser fiel a su historia y a sus raíces.

Nos encontramos en una situación europea de retorno a los nacionalismos. El origen de la Nación política se encuentra en la Revolución Francesa (como se refleja en el grito de los soldados franceses en la batalla de Valmy, “¡Viva la Nación!”). La Nación política supuso una transformación del Estado al trasladar la soberanía del monarca absoluto al conjunto de los ciudadanos. No obstante, su defensa a través del romanticismo, especialmente del alemán (véase “Discursos a la Nación alemana”, de Fichte) desembocó en la primera mitad del S.XX en un tiempo donde el germen del sentimiento nacionalista encontró un terreno propicio que tuvo como consecuencia la existencia de dos guerras mundiales, que fueron de facto dos guerras civiles entre europeos. Después de la Primera Guerra Mundial, surgió en 1923, la obra de Paneuropa escrita por Ricardo Coudenhove-Kalergi, fundador de la Unión Paneuropea. En ella, establece la importancia de crear un sentimiento patriótico europeo, que integre a los distintos pueblos que conforman el viejo continente.

De esta manera, con la idea de patriotismo europeo integrador del conde austro húngaro superaría el viejo conflicto entre los Estados-Nación surgidos de la paz de Westfalia para pasar a crear los denominados Estados Unidos de Europa. Su proyecto sería interrumpido por el ascenso al poder del nacional socialismo y por la Segunda Guerra Mundial.

A la muerte del fundador de Paneuropa en 1973, el Archiduque Otto de Habsburgo, continuó con la importancia de mantener una Europa unida políticamente, que actúe en el mundo con una única voz; una Europa de principios y valores, que no abandone sus ideales cristianos y que incorpore en su seno a todos los países de Europa con el objetivo de garantizar la estabilidad y la seguridad; una Europa que defienda sus intereses y su estilo de vida europeo. En definitiva, una Europa que ponga en el centro a la persona, sus derechos y defienda una globalización con rostro humano, que es lo mismo que decir, con acento europeo. Y una Europa fiel a sus raíces posee además una vocación inequívocamente universalista.

Este patriotismo europeo es el que debemos recuperar frente al retorno del nacionalismo avivado por el populismo. Un patriotismo que defiende la integración de los europeos, la defensa de sus territorios y recursos, su autonomía estratégica, sus intereses políticos, económicos y sociales. En suma, un patriotismo que recoja la tradición, la cultura y la herencia europea y que siga trabajando en defender y mejorar tales principios e intereses.

Los retos del futuro solo los podremos afrontar unidos, donde en un mundo cada vez más globalizado tendremos fuerza si remamos en la misma dirección todos los europeos. La respuesta a la crisis sanitaria nos ha demostrado que necesitamos trabajar juntos, como lo vamos a hacer en la recuperación. La continuación de la construcción europea pasa por comprender que estos retos que se nos presentan los debemos preparar y abordar de forma conjunta y coordinada, ya sean, sanitarios, económicos, de seguridad y defensa o políticos.

Por tanto, ante más nacionalismo, más patriotismo europeo. Ante más egoísmo, más solidaridad entre europeos. Frente a más intentos de debilitar el proyecto de integración europeo por parte de los enemigos internos de Europa, como son los nacionalismos y los populismos, más unidad entre europeos. Frente a más ataques provenientes de fuerzas externas a la Unión, más autonomía estratégica, no sólo en el campo militar, sino también en el tecnológico, en el científico y en el industrial. Si Europa no quiere ser irrelevante en un mundo global cada vez más complejo y multipolar, debe recuperar su moral de victoria, ser un actor creíble, reconstruirse, levantarse y volver a ser ese continente que fue faro de civilización y progreso para al mundo. Sólo así será útil para toda la humanidad.

El nacionalismo es un cáncer para Europa por su carácter excluyente e irracional, que se mueve sólo en el terreno de los sentimientos, sin tener en cuenta otros elementos fundamentales para la convivencia como son el respeto al Estado de derecho. El patriotismo reconoce lo bueno del otro y es integrador.

El populismo da respuestas simples a problemas complejos e intenta aprovecharme siempre de las debilidades del sistema y de los dramas de la sociedad. Frente a éste: defender la verdad y la libertad, que nos hace ciudadanos libres e iguales ante un discurso populista guiado por la mentira.

Este año 2021 ha comenzado con numerosos retos para la Unión Europea, para poder hacer frente a todos estos desafíos debemos reafirmarnos en nuestra posición, recuperando la memoria de lo que fuimos y reconociendo de dónde venimos y siendo fieles a nuestra identidad para afrontar el futuro común con determinación. Frente al nacionalismo, más patriotismo europeo integrador.

 

 

Carlos Uriarte Sánchez

Secretario General de Paneuropa España. Miembro del Consejo de la Presidencia de la Unión Paneuropea Internacional y Consejero de la Sociedad Europea Coudenhove-Kalergi. Además, es licenciado en derecho y ciencias políticas y de la la administración (especialidad en estudios europeos) por la Universidad Complutense de Madrid. Es profesor de derecho en la Universidad Rey Juan Carlos desde 2017, abogado of counsel en Lupicinio International Law Firm.

Ha sido coordinador del libro: “Visiones de Europa: retos compartidos” (EUNSA) en el que participaron 27 embajadores europeos acreditados en España.

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