La victoria de los partidarios de la salida del Reino Unido de la Unión Europea (2016) se sitúa en la antesala de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, punto álgido de una deriva populista propiciada, para muchos, por el aumento de la desigualdad que trajo tras de sí la crisis de los mercados financieros.

La oleada populista alcanza hoy a la práctica totalidad del occidente democrático, ampliando a la UE un campo de actuación que creíamos más propio de América Latina y otras latitudes. Las otrora excentricidades de Hugo Chávez son hoy nuestro día a día a ambos lados del Atlántico, desde el Brasil de Jair Bolsonaro o la Nicaragua de Daniel Ortega hasta la Hungría de Viktor Orbán o el Reino Unido de Boris Johnson.

Lejos de ser un hecho testimonial, algunos de los miembros más destacados de la UE ven a las fuerzas populistas asumir responsabilidades de gobierno y erigirse en la opción política más votada. Caso, por ejemplo, de Italia con el Movimiento 5 Estrellas o Francia con la Alianza Nacional de Marine Le Pen.

La campaña del Brexit sintetiza el monstruo populista contemporáneo. En ella se ilustran los elementos centrales de su discurso, como la reivindicación de la soberanía nacional o las críticas a la inmigración y al stablishment. Elementos que asume Trump en su carrera presidencial y que encontramos hoy, en función de las características nacionales de cada país, en toda la agenda populista internacional, también en España.

El contenido intrínseco al referéndum británico, combinado con las cualidades oratorias de Nigel Farage (líder del UKIP, otro de los partidos populistas que gana elecciones a nivel nacional), consiguieron trasladar al centro del debate político ideas que cabe considerar como extremistas, como la de luchar contra “los de fuera” o la de “retomar el control”. Unos planteamientos que siguen perviviendo y que encontramos de nuevo en la reciente campaña que condujo a Trump a la derrota electoral. ¿Será este el punto de inflexión de la internacional populista?

En el éxito de este discurso ha resultado clave la ausencia de líderes dispuestos a hacerle frente. La mayoría prefirieron surfear la ola; tal y como se reprochan ahora entre los propios republicanos norteamericanos. Este es el caso también del Reino Unido, tanto para el laborista Jeremy Corbyn como para los tories Theresa May y Boris Johnson, quien hasta hace poco situaba sus esperanzas post-Brexit en la alianza atlántica con su “amigo” Trump. Muchos ciudadanos británicos se declaran ahora víctimas de las fake news difundidas durante aquella campaña. ¿Cuál será la reacción de la sociedad norteamericana?

El acuerdo definitivo para la salida del Reino Unido de la UE se alcanza, tras el riesgo de desabastecimiento, con el colapso del puerto de Dover. No sería sin tiempo. ¿Será este el fin de la deriva del discurso político británico? Concluidas las negociaciones, los esfuerzos continuarán centrándose en presentar la salida como un éxito. No parece que resultará tarea fácil, con Escocia prometiendo regresar y pidiendo al antiguo socio que deje “una luz encendida”. Ahondan en la sensación de ruptura interna la permanencia de Irlanda del Norte en el mercado interior comunitario y la incorporación de Gibraltar al espacio Schengen.

La gestión de la crisis sanitaria propiciada por la Covid19 no ha resultado ajena a la estrategia populista en el Reino Unido (lo mismo que en EE. UU.) Primero, desmarcándose de los confinamientos implantados a nivel continental en aras de la denominada “inmunidad de rebaño” -hasta que el propio Johnson resultase contagiado- y, más recientemente, adelantándose a la UE en el inicio del proceso de vacunación. El balance sitúa al Reino Unido, tras los EE. UU. (Brasil y Rusia), entre los más golpeados por la pandemia a nivel mundial.

Tal y como se posicionarán en 2016, los ejes del discurso –soberanía, inmigración, stablishment- permanecen en el centro del debate público internacional. La consumación del Brexit y la derrota de Trump parecen conducir al fin del ciclo populista, como apuntan también las encuestas en nuestro país, en las que se refleja una progresiva vuelta al bipartidismo. Pero ¿se cerrará el círculo o entraremos en una nueva espiral?

Evitar los errores austericidas del pasado reciente, conforme a una gestión más igualitaria de la nueva crisis, parece fundamental. También se hacen necesarios líderes que enfrenten un discurso que, sin duda, intentará redoblar su apuesta. Esta parecía la aspiración de Trump de cara a las presidenciales de 2024, que puede haber quedado definitivamente truncada tras los altercados en el Capitolio y la amenaza del impeachment. Más allá de la economía, la educación se erige, a medio-largo plazo, en un elemento clave para la recuperación democrática. Como si de la propia Covid se tratase, no será sin nuevas olas y sus consiguientes resacas. ¿Seremos capaces de aplicar la vacuna?

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