ERNESTO LADRÓN DE GUEVARA

No se vislumbran sorpresas en la próxima cita en las urnas en tierras vascas. Esta convocatoria electoral cuando los ciudadanos vascos, como el resto de los españoles, acaban de salir de la aflicción del Covid19, bajo el rebufo monotemático de la pandemia, de sus consecuencias, errores de gestión, y de todo tipo de polémicas al respecto, apenas dejan espacio al interés ciudadano.

Puede que no haya sido inocente este llamamiento al sufragio buscando este efecto de bajo perfil en la liza por disputarse los escaños.

Los más interesados en que el enfrentamiento en la campaña y que el contraste de posiciones apenas ocupe un pequeño hueco en la atención de los electores, son, con toda certeza, aquellos que tienen mayores posibilidades de formar gobierno; siguiendo la estela de la anterior legislatura.

Ni el PSE ni el PNV tienen la menor intención de que se revuelvan asuntos escabrosos que les afectan. Lo que desean es que pase la campaña cuanto antes y que la concurrencia para depositar el voto sea la justa para que se produzca una sobrerrepresentación del voto en sus formaciones políticas.

En todo caso, el balance previsto para estas elecciones no nos iba a deparar sorpresas significativas. PNV y Bildu aumentan su caudal de papeletas en las urnas. La acción adoctrinadora en el sistema educativo mediante el uso y el abuso de la inmersión lingüística y la selección solapada del profesorado que conlleva, han constituido el elemento capilar por antonomasia para el cambio cognitivo en la población; que ha propiciado una mayor receptividad al mensaje secesionista.

La cuestión es cómo se van a configurar las alianzas postelectorales.

Es evidente que PNV y Bildu se disputan el mismo espacio del voto, el nacionalista. Entre el electorado de uno y de otro hay permeabilidad, si bien existe una bolsa significativa de ciudadanos no nacionalistas en origen que prefieren continuar con una situación cómoda, que no tiene nada que ver con consideraciones morales. La ventaja del Concierto Económico y la capacidad nacionalista de adaptarse a las situaciones en un mercado persa que depara a la Comunidad vasca una situación privilegiada que rompe la cohesión entre los españoles, permite el disfrute de unos servicios públicos sustancialmente mejores que en comunidades limítrofes.

Sobra el dinero incluso para destinar importantes bocados del presupuesto público para subsidios a bolsas de emigrantes que acuden en cantidad considerable por el “efecto llamada”. Nadie duda de la capacidad de los burukides nacionalistas para llevarse el gato al agua y para hacer de la necesidad virtud. Son maestros de la negociación y del mercadeo, aprovechándose de la debilidad del Estado y de la incapacidad de los grandes partidos en España para hacer pactos de Estado. Más aún cuando accede al Gobierno de España un personaje como Sánchez haciendo de su partido político un cajón de sastre donde cada comunidad autónoma que gobiernan se convierte en un calco de Cataluña y del País Vasco en sus pretensiones de balcanización.

Tampoco el Partido Popular tiene muy claro qué hacer con España y su desvertebración territorial, lo que Ortega llamaba la España Invertebrada. Como disonancia, tenemos a otro partido que es un verso suelto en este escenario, pero al que se le somete a un acoso y derribo sin admitir ni de palabra ni de obra que es un partido legitimado para plantear sus postulados. Es evidente que el déficit democrático en una parte de la sociedad vasca ha quedado al descubierto con las movilizaciones callejeras de los que el difunto Arzallus llamaba “los chicos de la gasolina”, intentando impedir a los seguidores de Santiago Abascal el derecho a realizar su campaña.

Por tanto, nada va a cambiar en el escenario vasco con estos ingredientes.  Y es lógico que no haya modificaciones, pues todo parece indicar que no hay intención real de los partidos de gobierno en España de disputar espacios al nacionalismo. Nada ha cambiado en la España de nuestros abuelos desde aquellos momentos en los que se escuchaba aquello de que “vamos a dejarles su feudo y que ellos nos dejen gobernar en Madrid”.

Aunque pierdan, ganan siempre.

Los nacionalistas son una institución, y el “país” es ellos mismos. La nación vasca son ellos. La soberanía no reside en el pueblo. Es del PNV “por la gracia de Dios”.

En cualquier caso, los nacionalistas actúan con legitimidad y logran el control y el dominio más por la ineficacia de otros, y su dejación, que por méritos propios. Podríamos calificarles como los peronistas de Vasconia. Nada cambia para que todo siga igual.

Bueno… salvo que… ¡Oh, sorpresa! ¿Podría ser que se repitiera en la Euskadi de Sabino Arana la fórmula navarra? ¿Es decir, la unión de Socialistas con Elkarrekin Podemos y Bildu? No es descartable, y conociendo a Sánchez, sus veleidades, y el amor desmesurado al poder, nada es imposible. Ya lo dijo Pilar Ruiz, la madre de Joseba Pagazaurtundua, socialista asesinado por ETA, que se producirán situaciones que nos helarán el corazón.

Aunque la sociedad está ya desensibilizada. No nos hiela nada ya. Empezamos a estar acostumbrados. Vivimos en el témpano.

 Ernesto Ladrón de Guevara

Su faceta política ha transcurrido durante los años 80 y 90, tanto en el partido Socialista de Euskadi como en el partido Unidad Alavesa en diferentes funciones institucionales y de representación.Tras dedicarse durante 35 años a la enseñanza no universitaria se jubiló hace una década y colabora con diferentes medios digitales como columnista o comentarista (La Tribuna del País Vasco, El Correo de España y Radio Ya). Ha escrito varios libros. Es Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación, Máster en Orientación educativa y profesional y Pedagogo terapeuta.

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