ANTONIO SOLA-

Todo cambió y cuanto antes lo aceptemos, mejor. Menos dolor, menos terapia, menos invasión del ayer en el hoy. Vino un mundo para quedarse y lo hizo, finalmente, sin aviso – aunque si hubo preaviso – y a las duras: mejor quítate que me pongo yo.

Y vaya que se puso el mundo por montera mientras muchos de nuestros políticos salían a buscar setas como si fueran votos, que es lo que les alimenta el ego. En esto que salían a recorrer la montaña, cometieron los cuatro pecados capitales, imperdonables y a cuál de ellos peor: nos mintieron descaradamente, nos subestimaron como ciudadanos, aletargaron las decisiones y, cuando las tomaron, buscaron descaradamente la rentabilidad política. Así son la inmensa mayoría de los políticos que lideran nuestros países hoy, esos que han gestionado la pandemia atropellando sin descanso el interés general que dicen defender. Esos que el COVID-19 se los va a llevar puestos políticamente. A otros se los ha llevado puestos, pero muertos.

Muertos a espaldas de esos políticos, claro está. Ninguno de ellos puso a sus familias, a sus amigos, a sus íntimos. Todos tuvieron hospitales cuando fue necesario y no fue imprescindible que pagaran por un respirador inexistente la cifra de hasta USD750.000 porque para ellos sí hubo disponibilidad. Una élite entre las élites que persiste a costa de gobernarnos aún sean inútiles, soberbios, dementes, sectarios e ideológicos o, incluso, interponiendo el supuesto interés general al de los muertos.

Menos mal que nos quedan mujeres, pocas, pero más resilientes, por cierto, al frente de unos escasos gobiernos que ¡oh sorpresa! han recibido el consenso mundial de estar gestionando la pandemia mejor que el resto, todos ellos presididos por hombres. De los 194 países en el mundo, sólo 10 están gobernados por mujeres y 6 de esos diez son los mejores. Si una primera conclusión positiva debemos de sacar de la pandemia, ésta es: más mujeres en el gobierno de lo público. No por cuotas y sí por talento. Hay de sobra.

Y es que lo que ahora necesitamos, en este mundo atribulado, que va a aprender a costa de sacudidas que lo importante no es la acumulación de la riqueza sino mejorarnos como especie y ser felices, son precisamente líderes resilientes, esos que son capaces de ponerse enfrente de los problemas, digan lo que digan, y al frente de las personas para liderarlas, que mitigan el dolor propio y el ajeno y, sobre todo, que son capaces de ayudarnos a conquistar las metas que por nosotros mismos no lo hubiéramos logrado. Son los líderes que vamos a necesitar en este presente inmediato post COVID, donde nada podrá ser revolucionario y si todo muy urgente: llenar el frigorífico de alimentos, reactivar los empleos, tener dinero en el bolsillo, evitar la nueva pandemia del hambre masivo y evitar una tercera guerra mundial por los escasos recursos de un planeta Tierra vergonzosamente esquilmado.

Líderes resilientes que van a tener la ingente tarea de equilibrar el mundo y, una vez hecho esto, de poner en la mesa un nuevo pacto social que recodifique todo el pensamiento obsoleto que hoy tenemos acerca de lo más mundano, como la economía, el sexo, la religión y la educación entre otras. Un acuerdo que nos lleve a una nueva democracia porque la que tenemos se nos quedó estrecha y el futuro grande. Enterrarla con nuestros muertos es ya un mandato obligatorio para dar paso a una nueva democracia digital y directa, más horizontal y participativa en donde la intermediación de los políticos sea totalmente reconsiderada. Si ya no vamos a una oficina física bancaria para hacer una transferencia, si para hablar con Dios tenemos una app y no necesitamos a los curas, si para informarnos hemos dejado de necesitar a los periodistas tradicionales ¿por qué no vamos a pensar que esos políticos intermediarios tienen que dejar de jugar con nuestros intereses? Hay que atreverse a extinguir, también, a esos políticos tradicionales a los que habrá que agradecer lo bueno y lo malo que nos dejan para dar paso a una era singular que va a transformar, como nunca imaginamos, nuestras vidas.

Y es que esta nueva democracia, estoy seguro, nos traerá de la mano de esos líderes resilientes gobiernos más altruistas, solidarios y cooperativos. Por una razón esencial y es que nuestras generaciones más pequeñas vienen ya evolucionadas biológicamente con ese cuarto nivel cerebral recientemente descubierto, totalmente holístico, una especie de supra consciencia que es capaz de, por primera vez en la historia de la humanidad, incorporar la tecnología al 100% en sus vidas y de entender que el todo es tan importante como la parte. Ellos, esas niñas y niños de hoy ya vienen con ese cerebro activado en los lóbulos frontales y son, sin dudarlo un instante, la esperanza presente de un futuro prometedor donde la compasión será la palanca de un mundo mejor.

Como dijo el Papa Francisco muy recientemente, solos no vamos a poder. Es juntos y tomados del Alma para darle la bienvenida a este mundo que llegó, sin permiso, para quedarse. Aunque no lo quieras.

 

                     

Antonio Sola 

Estratega político internacional y presidente de la Fundación Liderar con Sentido Común.

Conocido como el  “Creador de Presidentes”.  Consejo Honorífico de CompoLider. Ha sido estratega principal en importantes campañas ganadoras, como las de Juan Manuel Santos (Colombia), Mariano Rajoy y José María Aznar (España), Felipe Calderón y Vicente Fox (México) y Michel Martelly (Haití). Cuenta con más de 450 campañas electorales en más de 25 países que lo han posicionado como uno de los mejores 5 consultores políticos del mundo. Embajador itinerante de Haití.

 

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