Autor: Javier Galué

En España, la irrupción de nuevos partidos nacionales ha dejado una aritmética electoral compleja donde las mayorías absolutas, al parecer, han quedado para la historia. ¿Qué implica esto? que nuestros políticos tienen que cambiar su manera de ver y hacer política ya que son y serán cada vez más dependientes de los pactos.

Pero aquí viene la gran contradicción. Si las campañas políticas, que son ahora permanentes, se basan en la descalificación, el descrédito, el desprestigio e incluso la exclusión de los contrarios, será muy complicado (y cada vez lo será más…) llegar a pactos.

Es totalmente contradictorio establecer estrategias de destrucción de un contrario con el que luego deberías pactar, no solo por los conflictos políticos y hasta personales que estos procesos generan, sino porque cada vez será más difícil explicar a sus propios votantes cómo puedes pactar con ese otro partido al que has puesto por el suelo, has tachado de las acciones más viles y has descalificado a sus dirigentes en diversas oportunidades.

Tomando en cuenta que ya estamos permanentemente en campaña, los 365 días de los años de la legislatura, estamos los ciudadanos permanentemente expuestos a cruzadas de derribo entre unos y otros imposibilitando de manera progresiva llegar a acuerdos y pactos en las siguientes elecciones.

Y observando esta situación surgen dos posibilidades principales que son en realidad dos grandes problemas:

Si los políticos logran pactar con los que han descalificado hasta el cansancio serán vistos por los ciudadanos como personas o partidos políticos incoherentes ya que actúan al contrario de lo que promulgan pactando con esos que son “tan malos”. Hay que tomar en cuenta que la “incoherencia” es una de las causas más importantes de pérdida de credibilidad y liderazgo. Esta misma incoherencia nos llevará inexorablemente a un desapego cada vez mayor de los ciudadanos a los políticos y la política en general precisamente porque creemos cada vez menos en ellos.

Si los políticos no logran pactar estaremos continuamente inmersos en procesos electorales porque no sale lo que los políticos quieren que salga hasta que por fin se logre formar gobierno, el cual seguramente será débil, sin una estabilidad suficiente que le permita adoptar reformas profundas y de calado social, económico y de futuro, gobernando además junto a otras fuerzas políticas que no toleran y que han descalificado anteriormente siempre que han podido. Serán legislaturas donde continuamente estarán haciéndole zancadillas al contrario para llevarse los méritos y otorgarle los fracasos al otro. En resumen, una calamidad para el futuro de nuestra sociedad.

Es una realidad política incoherente y contradictoria, y todo parte del hecho de establecer las estrategias políticas en la destrucción del contrario en vez de propuestas, en intentar unirse para sacar las cosas adelante y en lo bueno que ofrece cada partido, no en lo malo que tienen los demás.

Los políticos (y sus consultores políticos) que buscan resultados rápidos, campañas basadas en el tacticismo y no en la Política (con mayúscula) están creando un ambiente irrespirable de la “anti-comunicación” y el “anti-entendimiento” entre los diferentes partidos políticos, las diferentes ideologías e incluso entre las distintas maneras de pensar de los ciudadanos, porque la intención es que este proceso “crispador” se traslade a los ciudadanos ya que es la manera de que sea eficaz en las siguientes elecciones. Si la crispación solo se queda entre los políticos no tendrá el efecto que buscan muchos en los resultados electorales.

Ya sabemos todos los españoles que esto de los pactos va a ser cada vez más complicado, a menos que aprendamos y entendamos de una una buena vez que los que mandamos somos “nosotros”,  y que el voto es la manera que tenemos de poner orden.

No deberíamos premiar con nuestro voto al que da el mejor “zasca” al rival o sale mejor en la tele ni deberíamos votar en contra de uno y por eso a favor de cualquiera… Deberíamos premiar al político que intenta mejorar realmente  la calidad de vida de los ciudadanos y llevar a nuestro país a un mejor destino incluso cuando esto no beneficia a su partido o a su futuro político personal. Pero claro, al final, los culpables de todo esto vamos a ser los de siempre…

 

Javier Galué

Consultor de Comunicación Efectiva

 

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