Por Dr. Olaf Jandura, profesor de Comunicación Política en Heinrich-Heine-Universität Düsseldorf
Dr. Jordi Rodríguez-Virgili, profesor de Comunicación Política de la Universidad de Navarra
El 28 de septiembre de 2025 era la fecha fijada para las elecciones federales en Alemania. Sin embargo, el 7 de noviembre de 2024, un día después de la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, el Partido Liberaldemócrata (FDP) abandonó inesperadamente el Gobierno de la conocida como coalición semáforo, que formaba junto al Partido Socialdemócrata (SPD) y los Verdes. El canciller socialista Olaf Scholz presentó y perdió una cuestión de confianza en el Parlamento. En consecuencia, el presidente Frank-Walter Steinmeier disolvió el Bundestag y convocó elecciones para el 23 de febrero de 2025.
El adelanto electoral marcó tres rasgos singulares de esta campaña alemana. Primero, fue la campaña más corta de la historia. Además de las dificultades organizativas, como la gestión del voto de los alemanes residentes en el extranjero –que dio lugar a un debate de baja intensidad sobre la posible violación del principio de igualdad del voto–, los partidos tuvieron que activar las maquinarias electorales para definir estrategias, establecer mensajes y producir elementos de movilización y persuasión del electorado en poco tiempo. Segundo, la limitación de la oferta electoral, porque muchos pequeños partidos no lograron reunir en los pocos días disponibles las 2.000 firmas de apoyo exigidas por la ley electoral. Al final, solo se presentaron 29 partidos respecto a los 41 de 2021. Y tercero, los partidos debieron planificar una campaña electoral de invierno con frío y mal tiempo. Y todo ello en un entorno político mundial incierto con la guerra entre Rusia y Ucrania y una presidencia de Trump que altera las relaciones entre Europa y Estados Unidos.
El socialdemócrata Scholz llegó al poder en 2021 con la intención de heredar el liderazgo sereno y estable de la que fue canciller durante 16 años, Angela Merkel, pero se ha visto desbordado por los tres grandes temas que han marcado su presidencia y determinaron la campaña electoral: la economía, con el país en recesión y el aumento del paro industrial; la cuestión migratoria y la política exterior, con una tímida posición respecto a Ucrania, que tenía que hacer frente a las posiciones prorrusas tanto de los sectores más izquierdistas, encabezados por Die Linke (La Izquierda) como de los diputados más escorados a la derecha de Alternativa por Alemania (AfD).
Como otras democracias occidentales, Alemania experimenta lo que en términos de ciencia Política se denomina «heterogenización», es decir, un aumento de la diversidad social y política. La heterogenización describe una creciente estratificación de la participación política, una mayor fragmentación de las formas de ver la política y un aumento de las diferencias socioeconómicas. La creciente diversidad o heterogenización se refleja también en un sistema de partidos cada vez más plural. Así, en 2024 Die Linke sufrió una escisión con la creación del partido Bündnis Sahra Wagenknecht (BSW), que se quedó a 13.400 votos de entrar en el Bundestag, al obtener el 4,97 % de los votos cuando la barrera electoral es del 5 %. BSW es un partido de izquierda, defensor del amplio Estado del bienestar, pero se presenta como más autoritario y contrario a la inmigración. La derecha también se ha fragmentado en la última década por el ascenso de AfD y por el creciente apoyo en el mundo rural de Freie Wähler (Votantes Libres), aunque tampoco ha superado el 5 %. Se trata de un partido que puede situarse entre los Cristianodemócratas (CDU) y AfD, con similitudes con uno y otro: conservador y defensor de la descentralización como la CDU, pero antieuropeísta y con una retórica populista como AfD.
Las preocupaciones de los alemanes y los temas en la campaña
Según una encuesta del Instituto Allensbach de Investigación de la Opinión Pública, las principales preocupaciones de los alemanes son la guerra de Ucrania (75 %), y la impredecible situación mundial (70%), le siguen la inflación (66 %) y la migración (61 %). Estos temas centraron la campaña electoral, pero en orden inverso. Sin embargo, también ha aumentado la variedad de agendas temáticas según las actitudes políticas específicas de la población. Por ejemplo, a los grupos de población defensores de un amplio Estado del bienestar les preocupan más las cuestiones del clima, la educación y los derechos sociales, mientras que a los grupos más liberales les preocupan la fiscalidad de los costes laborales o la movilidad. En definitiva, se perciben agendas temáticas cada vez más fragmentadas.
Sin duda, la cuestión migratoria ha sido el tema central de la campaña. A ello ha contribuido en gran medida el atentado contra el mercado navideño de Magdeburgo perpetrado por un saudí residente desde hacía años en Alemania con el resultado de seis muertos y numerosos heridos; el asesinato de un niño de dos años en Aschaffenburg a manos de un afgano y el atentado, también de un afgano, contra una manifestación sindical en Múnich con dos muertos y numerosos heridos poco antes de las elecciones. Las reacciones políticas a estos atentados condujeron a una polarización de la campaña electoral por la votación en el Bundestag de una propuesta de resolución del grupo parlamentario CDU/CSU para endurecer la política migratoria (incluidos controles fronterizos permanentes, detención de los inmigrantes obligados a abandonar el país y endurecimiento del derecho de residencia). La iniciativa fue aprobada gracias a los votos de AfD, pero fue rechazada al tratar de darle categoría de ley. La novedad radicaba en que, por primera vez, se rompía el cordón sanitario a los ultraderechistas de AfD encabezados por Alice Weidel.
Las posibles coaliciones poselectorales son un tema recurrente de las elecciones en Alemania. Pero no deja de llamar la atención que casi todos los simpatizantes de la AfD y casi dos tercios de los de la CDU están de acuerdo con un posible pacto entre los dos partidos. Para los votantes del resto de partidos, y para poco más de un tercio de los de la CDU, cualquier acuerdo con la AfD es anatema. De hecho, a la votación conjunta de la iniciativa sobre inmigración le siguieron manifestaciones y ocupaciones de sedes del partido CDU. Sin embargo, el periódico NZZ comparó los programas electorales de los partidos y concluyeron que la CDU/CSU y la AfD comparten el 76 % del programa. Los conservadores solo comparten el 32 % con los Verdes y el 28 % con el SPD.
Si nos fijamos en la competencia atribuida a los partidos en los dos temas principales, la política migratoria y la economía, queda claro que a la CDU/CSU se le atribuye la mayor competencia relativa en cada caso. El 29 % de los ciudadanos así lo cree en el primero y el 37 % en el segundo. A mucha diferencia se sitúa el SPD (17 % y 13 %, respectivamente). El 16 % cree que la AfD tiene la mejor política migratoria, pero solo el 8 % considera que tiene el mejor programa económico. La situación es similar para los Verdes (13 % frente a 9 %).

Candidatos elecciones alemanas
En busca de un líder
La mencionada heterogeneización de la población también se refleja en las preferencias sobre los candidatos a canciller. No extraña que no destacase ningún favorito. Poco antes de las elecciones, Friedrich Merz (CDU) tenía el respaldo del 32 % de la población, Robert Habeck (Verdes) del 24 %, Olaf Scholz (SPD) del 18 % y Alice Weidel (AfD) del 13 %. Esta cifra varía mucho en función de las actitudes políticas de los votantes. El candidato de la CDU, Friedrich Merz, por ejemplo, suscita opiniones divididas y muestra un fuerte contraste en su respaldo según el grupo de población, cuenta con más apoyos en los mayores de 60 años, de zonas rurales, los electores masculinos y la clase media ascendente. Alice Weidel, la candidata de la AfD, tiene sus partidarios en las clases más desfavorecidas, donde alcanza índices de aprobación de hasta el 50 %, y Robert Habeck, el candidato de los Verdes, es especialmente popular entre los menores de 35 años y las clases urbanas más acomodadas. El canciller Scholz no era el preferido de ningún grupo social, pero era el que menos rechazo suscitaba en todos ellos en comparación con los demás candidatos. Nadie vota por el árbitro en una campaña polarizada.
Sobre los rasgos de personalidad de los candidatos, los alemanes demandan experiencia, asertividad, integridad y otras características como el carisma, la buena apariencia o la habilidad para hablar en público. La población también está dividida a la hora de aplicar estos rasgos a los candidatos. Ninguno destaca por tener valores predominantemente positivos. Según una encuesta de IPSOS, los políticos que gobernaron en la última legislatura se caracterizan por atributos negativos como «incompetente» (Scholz y Habeck, un 32 % cada uno), «poco realista» (Scholz, un 30 %; Habeck, un 32 %), «indigno de confianza» (Scholz, un 31 %; Habeck, un 28 %) y «poco fiable» (Scholz, un 29 %; Habeck, un 22 %). El canciller Scholz sumaba puntos como «experimentado» (14 %) y «paciente» (16 %). El candidato conservador, Friedrich Merz, no se beneficiaba de esta manifiesta debilidad porque, aunque el 15 % le considera el más competente, también le perciben como más distante (31 %), egocéntrico (26 %) y menos fiable (22 %). Se entiende el consenso entre los analistas en que esta elección los programas han pesado más que los candidatos, en contra de la tendencia general y contra la elección anterior donde la CDU presentó a Ángela Merkel como programa.
No faltaron injerencias externas en la campaña. La explícita de Elon Musk en apoyo a la AfD y la más sibilina de la desinformación rusa, que fue denunciada por el portavoz del Ministerio del Interior, Maximilian Kall: las autoridades «tienen información sobre operaciones de influencia y desinformación procedentes de Rusia», declaró en rueda de prensa. No se puede precisar los efectos de ambas injerencias, pero AfD ha tenido los resultados que le daban las encuestas desde hacía tiempo y, en cambio, Die Linke (La Izquierda) subió casi tres puntos la última semana respecto a lo que vaticinaban las encuestas.
Resultado de las elecciones:
La polarización interna, la necesidad de un liderazgo en Europa y la inestabilidad de la política internacional movilizó al electorado con un record de participación del 83,5 %, la más alta desde la reunificación alemana. La CDU/CSU ganó las elecciones con el 28,5 % (+4,3 puntos respecto a 2021) y 208 escaños, seguido del AfD, con el 20,8 % (+10,4) y 152 diputados. Scholz sufrió el peor resultado de la historia de la socialdemocracia: un resultado catastrófico para el SPD, con el 16,4 % (-9,3) y 120 escaños. Los Verdes fue el partido gubernamental que menos bajó con el 11,6 % (-3,1) y se queda con 85 escaños. El último partido en entrar en el parlamento con 64 diputados fue Die Linke, con el 8,7 % (+3,9). No obtuvieron representación en el Bundestag el BSW, con el 4,97 %, a 13 000 votos del umbral, y el liberal FDP (4,3 %). Otros partidos suman el 4,6 %, es decir, casi uno de cada siete votos no entró en el reparto de escaños.
En estas elecciones se constatan varias tendencias globales del súper ciclo electoral 2023-2024, entre las que destacamos:
- Crecimiento de la derecha: CDU/CSU más AfD obtuvieron el 49,4 % de los votos.
- Incremento de la polarización con el crecimiento de los extremos: entre la AfD y Die Linke suben un 14,3 %.
- Aumento de la volatilidad y retraso en la decisión del voto: según las encuestas, entre el 28 y 38 % del electorado decidió su comportamiento electoral la última semana.
- Voto de castigo contra los partidos en el poder: los tres miembros de la coalición gubernamental retroceden, con debacle para los socialdemócratas y con los liberales fuera del Bundestag por segunda vez en su historia.
- Brecha de género: las mujeres optan preferentemente por las formaciones de izquierdas (SPD, Verdes, Die Linke y BSW suman el 48% del voto de las mujeres por el 38% de los hombres) mientras la mayoría de los hombres optan por las derechas.
- Brecha generacional: los que votan por primera vez optan por los partidos extremos. El 27% optaron por Die Linke y el 20% por AfD. Entre los jóvenes se incrementa la brecha de género donde las chicas votan a La Izquierda y los chicos a la AfD.
- Brecha entre el mundo rural, conservador, y el mundo urbano, más de izquierda.
Además de estas tendencias que pueden considerarse globales, Alemania presenta una peculiaridad significativa: una profunda división entre el este y el oeste del país. En Alemania occidental, los partidos del centro, en especial CDU/CSU, fueron lo más votados, mientras que, en la Alemania oriental excepto Berlín, los partidos extremos casi alcanzaron la mayoría. Las diferencias más claras se dieron en la AfD (17,9 % en el oeste frente a 34,5 % en el este), la CDU/CSU (30,6 % frente a 18,4 %), el SPD (17,6 % frente a 10,9 %), los Verdes (12,7 % frente a 6,6 %), la Izquierda (7,9 % frente a 12,9 %) y el BSW (3,9 % frente a 9,9 %). Esta disparidad refleja una realidad que persiste desde hace 35 años, tras la reunificación: un país con dos realidades económicas y sociales.
Se necesitan 316 escaños para gobernar y la CDU/CSU tiene varias alternativas. Lo más factible sería una alianza con el SPD; otra opción es la llamada coalición Kenya, en alusión a los colores de su bandera, por la unión con el SPD y los Verdes. Todos los partidos han rechazado formar coalición con la AfD. Otras opciones de gobierno, como una coalición entre la CDU/CSU y los Verdes o un gobierno sin AfD ni CDU/CSU, no cuentan con la mayoría necesaria. Cuanto más inestable sea el Gobierno más difícil será el tratamiento que necesita el país y menos sólido el liderazgo que reclama Alemania y Europa.
Merz, ¿el líder que necesita Alemania y Europa?
Friedrich Merz (69), católico, natural de Hochsauerland, zona rural del oeste de Alemania, es un veterano de la política alemana. No le ha sido fácil llegar a la cima del partido conservador. Licenciado en Derecho, comenzó su carrera como juez y abogado. Ya en 1989 salió electo como diputado al Parlamento Europeo. Fue elegido directamente al Bundestag por su circunscripción de origen en 1994, 1998, 2002 y 2005. En 2000, Merz sucedió a Wolfgang Schäuble al frente del grupo parlamentario CDU/CSU. En 2002, Merz perdió la lucha por el poder en la CDU con Ángela Merkel, que se convirtió en líder de la oposición y, más tarde, en canciller. Al perder el liderazgo frente a Merkel, se retiró de la política activa y trabajó como abogado y consejero en grandes empresas, como, BlackRock Asset Management Alemania. Tras la dimisión de Ángela Merkel, regresó a la política federal y se presentó dos veces a la presidencia de la CDU, aunque fue derrotado por Annegret Kramp-Karrenbauer y Armin Laschet. A la tercera fue la vencida y desde 2022 dirige el partido y ha dado a la CDU un perfil más conservador en lo social y liberal en lo económico. Aboga por un endurecimiento de la política migratoria, recortar impuestos, reducir la burocracia y revitalizar la industria.
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