Por Mariate Cobaleda:
Doctora en Filosofía por la Universidad de Salamanca.
Directora del “Aula Mística de Salamanca”.

Vivimos tiempos tan convulsos y con tanta incertidumbre… inmersos en una galopante crisis de valores. Es una crisis antropológica, pues la humanidad no sabe a dónde va, entre tanto vértigo acelerado. Sustrayendo el valor trascendental de la persona, que constituye su dignidad inalienable. Entre guerras, pobreza, injusticia, violencia y tanta ideología de género… Sumidos en la crisis de la democracia en tiempos de bienestar, consumismo y confort.

Y qué voces escuchamos hoy en el mundo: Trump, Putin, Xi Jinping, Zelenski, Metanyahu, Von der Leyen… La humanidad hoy necesita urgentemente un verdadero líder que le devuelva la esperanza y la auténtica libertad. Y el mundo católico parece haber encontrado a este líder en la figura del Papa León XIV.

El cardenal Müller confesaba en una entrevista, días después del Cónclave, que la elección del Papa León XIV “sólo se entiende si crees en el Espíritu Santo”. Desde luego hay muchas cosas providenciales y sorprendentes alrededor de la elección del nuevo Papa, pero no vamos a entrar ahora en ello. Prefiero detenerme en sus gestos y en su mensaje para intentar adivinar el camino de su pontificado, como pastor de la Iglesia universal, inspirada por el Espíritu Santo.

Y una hora después de haber sido elegido, el Papa León XIV salió al balcón central de la Plaza de San Pedro, luciendo las vestiduras tradicionales de los papas. Son vestiduras cargadas de un marcado simbolismo religioso, que anuncia la misión sagrada y evangélica de todo Papa: La pureza de la sotana blanca; o la muceta roja, que simboliza la sangre de Cristo. O la estola, que es el emblema del buen pastor, que lleva al cuello sus ovejas.

Habemus Papa

Habemus Papa

En su primera aparición en el balcón del Vaticano, aquella tarde del ocho de mayo, nos sorprendió la serenidad de su semblante. Y el trasfondo espiritual y profundo de su mensaje. Y en sus primeras palabras, nos traía a Cristo:
« “Que la paz sea con vosotros”. Es el primer saludo de Cristo resucitado »

Pero es una paz trascendente, que comienza en el corazón de cada uno. Porque esa paz primera y originaria es un don, una gracia de Dios. En nuestra alma, Dios ha sembrado la paz que nace de la “unidad de corazón” (concordia), como subraya San Agustín. Entre tanta discordia, que envuelve a este mundo cada vez más deshumanizado, León XIV nos presenta la esperanza de la paz que nace del corazón y es fruto de la unidad.

Es urgente recuperar la unidad y la armonía en este momento tan crucial que estamos viviendo, invadido de discordias y tensiones en muchos ámbitos de nuestra sociedad. El Papa agustiniano ha asumido la misión de restablecer, en primer lugar, la unidad perdida de la Iglesia. Y para ello ha tomado a Cristo como el centro y el horizonte de una Iglesia reconciliada. Para que vuelva a ser, la Iglesia, un faro de luz que ilumine y guíe a esta humanidad desnortada, perdida “como ovejas sin pastor”. Y parece que, hasta ahora, en su primer mes como Obispo de Roma, León XIV ha dado importantes pasos hacia esa unidad y armonía que tanto necesita hoy la Barca de Pedro.

Y si en nuestra alma Dios ha sembrado la paz, también ha sembrado el amor en el corazón humano. Y el Papa León nos recordó en su primer día:

“Dios os quiere. Dios nos quiere a todos, y el mal no prevalecerá”.

Parecen las palabras de un profeta que anuncia la Buena Notica del amor de Dios. Y también cuando nos dice con firmeza, en su segunda homilía:

“¡Esta es la hora del amor!”

Suena como una voz profética que anunciara una revolución: la revolución del amor.

Creamos en su mensaje, en su llamada. Un mensaje de esperanza para todos, para los jóvenes que necesitan creer en el más grande de los ideales, como es el amor, el Amor Eterno. No hay nada más bello que el verdadero amor, y el Papa León nos va a recordar la belleza sagrada de la maternidad:
“Una de las expresiones más bellas del amor de Dios es el amor que derraman las madres, sobre todo a sus hijos y nietos”.

Y el Papa subraya con estas palabras el valor estético y místico de la maternidad. En el amor de la madre está Dios. Nos acerca más a Dios. Porque es verdad que nadie en el mundo nos podrá querer tanto como una madre.
No olvidemos que, etimológicamente, matrimonio viene de madre, que es la luz y es el fuego del hogar. Es el principio y el fundamento de la familia. La familia como la garantía de la sociedad.

Recordemos que San Agustín le otorga un valor trascendente a la familia. En De Trinitate compara la familia con la Trinidad, al afirmar: «La familia representa una unidad fundamental, un microcosmos que refleja el orden divino y prepara al amor eterno».
La paz, la justicia, la esperanza, el amor o la unidad son palabras que hoy tanto se repiten, pero que han perdido su raíz profunda. En el Papa León estos términos cobran un sentido sagrado, religioso y cristiano. Jesucristo es la garantía. Y en el mensaje de fondo que nos va transmitiendo León XIV, se descubre la espiritualidad de San Agustín, que es el autor más importante de toda la Patrística y uno de los grandes de la Filosofía de todos los tiempos.

Parece haber llegado la hora. La hora de la revolución a la que nos invita León XIV. Seamos valientes y preparemos nuestro corazón, para anunciar con él la Buena Noticia:“¡Esta es la hora del amor!”

Es el mensaje del Evangelio, cuyos valores un día cultivaron las raíces, el sueño y la esperanza de una Europa que hoy parece haber dejado de soñar y de creer.

Mariate Cobaleda

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