Por Armelle Pape Van Dyck
Presidenta de la Asociación de Corresponsales Extranjeros- ACPE
El presidente de Francia Emmanuel Macron debería haberse leído el “Manual de Resistencia” de Pedro Sánchez antes de anunciar por sorpresa la disolución de la Asamblea Nacional y unas elecciones legislativas “express“. El objetivo tras ese órdago era claro: que los Franceses, aún conmocionados por la victoria del Rassemblement National RN en las Europeas, votasen en masa por el partido de Macron para así salvar la patria en peligro…
Pero, como sabemos, le salió el tiro por la culata. Estas elecciones anticipadas alojaron de todo menos “unión”. De hecho, vieron surgir tres bloques: el Nouveau Front Populaire NFP (bloque de izquierdas constituido por la extrema izquierda LFI, los socialistas y los ecologistas), Ensemble pour la République (centro derecha) y Rassemblement National (extrema derecha). Ninguno de ellos dispone de mayoría absoluta, aunque diputados del centro derecha, PS y ecologistas podrían alcanzar una mayoría, incluso absoluta, si son capaces de ponerse de acuerdo.
Y ahí está el meollo de la cuestión. En una democracia parlamentaria, no es necesariamente el partido que gana las elecciones el que tiene que formar gobierno, sino el que pueda poner de acuerdo adversarios políticos para reunir la mayoría más amplia.
Esta situación es excepcional en la V República, cuando es común en otros países europeos. Alemania fue la primera. El partido alemán Unión Cristianodemócrata (CDU) que había ganado las elecciones en 1969, tuvo que ceder el paso al que quedó segundo en las elecciones, el Partido Socialdemócrata, quien gobernó en coalición con el Partido Liberal Democrático (y otra vez en 1976 y 1980). En Irlanda, más de lo mismo. En las elecciones generales de 2020, el Sinn Féin fue el partido más votado y, sin embargo, Fianna Fáil y Fine Gael, que quedaron en segundo y tercer lugar, formaron un gobierno de coalición con los Verdes. Y, por supuesto, en España, hace justo un año, a pesar de la victoria del Partido Popular, Pedro Sánchez, que quedó segundo, consiguió formar un gobierno, gracias a una serie de “alianzas” con varios partidos de extrema izquierda e independentistas vascos y catalanes.
Así que, mientras numerosos países vecinos de Francia negocian entre partidos para formar una mayoría lo más amplia posible, en el país galo asistimos a un triste espectáculo. Un presidente muy debilitado; un Gobierno fantasma y una Asamblea más dividida que nunca. Los distintos partidos que forman el Nouveau Front Populaire se dedican a despedazarse mutuamente. Algunos gritan al “robo de las elecciones” o la “negación de la democracia”, porque no se está nombrando a un primer ministro del NFP, mientras que otros, en la derecha, se encierran en un callejón sin salida.
Deberíamos empezar a ver la luz cuando se apague la llama de los Juegos Olimpicos. Tras esa “tregua olímpica”, parece en efecto probable que se forme un gobierno con una mayoría relativa de Renaissance y LR (rebautizada como La Droite Républicaine). Es decir, los dos partidos más penalizados en las elecciones legislativas se disponen a gobernar, en contradicción radical con lo que dijeron las urnas (pensemos lo que pensemos del veredicto que emitieron).
Por lo pronto, la composición de la mesa de la Asamblea Nacional es un buen ejemplo. Según las normas, esta mesa debe reflejar la configuración política resultante de las urnas. Pero eso parece que no les importa a los diputados de izquierda y centro derecha que se han propuesto impedir, cueste lo que cueste, que ningún diputado de RN acceda a un puesto de responsabilidad. Una postura sin sentido ya que los dos elegidos de RN ya ocuparon este cargo como vicepresidentes durante la legislatura anterior, con 53 diputados menos… A fuerza de querer imponer un “cordón sanitario” contra el RN, los diputados olvidan que 11 millones de franceses se decantaron por el partido del dúo Lepen/Bardella.
Los políticos suelen quejarse del progresivo aumento del “voto de protesta” hacia los extremos. Ahora bien, este voto al RN se ha producido dos veces -en las europeas y en la primera vuelta de las legislativas; incluso tres, si incluimos las legislativas de 2017, cuando RN sólo contaba con 8 diputados (89 en 2022 y 142 en 2024). Si las instituciones siguen ignorando este hecho, los votantes se podrían cabrear aún más de lo que están ya. Y todo apunta a que lo veremos pronto si los políticos no escuchan esas quejas y siguen con sus tejemanejes en la sede de la representación del pueblo. Cuidado con las próximas elecciones presidenciales, en principio dentro de tres años, que podrían dar malas sorpresas. No hay peor ciego que el que no quiere ver.
Armelle Pape Van Dyck, es experta en Comunicación
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